En el libro de leyendas de Soria se recoge el falso milagro que S. Prudencio realizó en Garray.

“En su tiempo, el rey Alfonso de Aragón, deseando ir a luchar contra los moros, mandó por un edicto real, que un varón de cada casa le siguiese contra los enemigos de la fe y diciendo que aquellos que desertaren de su ejército, a no ser por amor de su rey, incurrirían en gran ofensa del mismo.

El día señalado todos siguieron y se alistaron en sus filas, tanto los soldados, como la gente rústica, por el juramento y por temor del rey. En la provincia de San Prudencio, dentro del reino de dicho rey, había un castillo a la orilla del Duero, que se llamaba Garray, pueblo situado en ameno lugar, cercado de verdes prados, de saludables aguas, y de lugares fecundos; de una parte el río Duero, de otra el río Terus, por la parte de oriente el agua del río Nebularum; estos tres ríos crían abundantes peces.

Corno hemos dicho, casi todos los varones de este castillo siguieron al ejército del rey: las mujeres y sus hijos se quedaron en sus casas. En aquel castillo había no pocos sacerdotes, que apreciaban más el mundo y sus deleites que guardar la fe católica y los mandamientos de Dios.

El rey Alfonso de Aragón estuvo tanto tiempo luchando contra los sarracenos, que los hijos que sus padres dejaron lactantes, llegaron a ser adultos y supieron que sus progenitores se hallaban en la frontera con los sarracenos, y los buscaron con toda diligencia.

Entre tanto el antiquísimo enemigo, que siempre se empeña en engañar al hombre mortal, engañó de tal manera a los sacerdotes de aquel castillo, que abrasados por torpe e ilícito amor, metieron en sus propias casas a las mujeres de aquellos varones y ellos mismos, transgresores de la ley, se hicieron dignos de odio e indignos del sacerdocio y consagraron con éstas impudente y públicamente.

Pues sucedió a muchas de aquellas mujeres, que procrearon hijos de varones no suyos y de nefandos presbíteros.

Pasado cierto tiempo el rey de Aragón regresó con gran victoria y gloria, trayendo sarracenos prisioneros, muchos caballos y despojos y trofeos, volviendo a su reino.

 


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